viernes, 29 de marzo de 2013

Unidos a Cristo llegamos a tener su mente


"Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz." Santiago 3:17, 18. 

Siempre que hay unión con Cristo, hay amor. No valen nada cualesquiera sean los otros frutos que demos, si falta el amor. El amor a Dios y a nuestros prójimos es la misma esencia de nuestra religión. Nadie puede amar a Cristo sin amar a los hijos de El. Cuando estamos unidos con Cristo, tenemos la mente de Cristo. La pureza y el amor brillan en el carácter, la humildad y la verdad rigen la vida. La misma expresión del rostro es cambiada. Cristo, que habita en el alma, ejerce un poder transformador, y el aspecto externo da testimonio de la paz y del gozo que reinan en lo interior. Bebemos del amor de Cristo así como la rama obtiene su alimento de la vid. Si estamos injertados en Cristo, si fibra tras fibra hemos sido unidos con la Vid viviente, daremos evidencias de ese hecho dando ricos racimos de fruto viviente. Si estamos conectados con la Luz, seremos conductos de luz y reflejaremos la luz al mundo en nuestras palabras y obras. Los que son verdaderamente cristianos están unidos con la cadena de amor que une a la tierra con el cielo, que une al hombre finito con el Dios infinito. La luz que brilla en el rostro de Jesús brilla en el corazón de sus seguidores para la gloria de Dios. 
Contemplando hemos de llegar a ser transformados, y cuando meditemos en la perfección del Modelo divino, desearemos llegar a ser plenamente transformados y renovados a la imagen de su pureza. Por fe en el Hijo de Dios se lleva a cabo la transformación en el carácter, y el hijo de la ira llega a ser el hijo de Dios. Pasa de muerte a vida; llega a ser espiritual y discierne las cosas espirituales. La sabiduría de Dios le ilumina la mente, y contempla cosas maravillosas que provienen de la ley divina... Al convertirse en un hombre que obedece a Dios, tiene la mente de Cristo y la voluntad de Dios se convierte en su voluntad. 
El que se coloque sin reservas bajo la dirección del Espíritu de Dios encontrará que su mente se expande y se desarrolla. Obtiene una educación en el servicio de Dios que no es unilateral ni deficiente. No desarrolla un carácter unilateral sino uno que es simétrico y completo. Debilidades que se han manifestado en una voluntad vacilante y un carácter sin energía son vencidas, pues la consagración continua y la piedad colocan al hombre en una relación tan íntima con Cristo, que tiene la mente de Cristo. Es uno con Cristo, al tener principios sanos y sólidos.—Mensajes Selectos 1:395, 396.

sábado, 23 de febrero de 2013

La Esencia y La Sustancia

"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios Verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado." (Juan 17: 3)

La esencia y la sustancia de todo el tema de la gracia y la experiencia cristiana consisten en creer en Cristo, en conocer a Dios y a su Hijo a quien él ha enviado.  Pero aquí es donde muchos fracasan porque les falta fe en Dios.  En vez de desear entrar en compañerismo con Cristo en su abnegación y humillación, siempre procuran la supremacía del yo... Si tan sólo apreciáramos el amor de Dios, cómo se expandirían nuestros corazones, cómo se agrandarían nuestras simpatías limitadas y se quebrantarían las barreras de hielo del egoísmo y nuestra comprensión sería más profunda de lo que es ahora; porque veríamos por debajo de la superficie.
Porque no conocemos a Dios, porque no tenemos fe en Cristo, porque no estamos profundamente impresionados con la humillación que él sufrió en nuestro lugar, es por lo que su abatimiento no nos induce a la humillación del yo, a la exaltación de Jesús... ¡Oh, si amarais a Cristo como él os ha amado, no rehuiríais vivir los capítulos oscuros del sufrimiento del Hijo de Dios!
A fin de participar con Cristo en sus sufrimientos, debemos contemplar al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.  Cuando contemplamos la humillación de Cristo, contemplando su abnegación y sacrificio propio, nos llenamos de admiración ante la manifestación del amor divino para el hombre culpable.  Cuando, por causa de Cristo, se nos llama a pasar por pruebas que son humillantes, si tenemos la mente de Cristo, las sufriremos con mansedumbre, sin resentirnos por las injurias ni resistiendo el mal.  Manifestaremos el espíritu que mora en Cristo... Hemos de comprender que el sacrificio, los trabajos y los sufrimientos de Cristo existieron para que podamos cooperar con él para que se efectúe el gran plan de la redención (E.G.W. - Review and Herald, 24-5-1892).

sábado, 9 de febrero de 2013

EGW Writings

EGW Writings: EGW Writings

Hijos del Trueno

En la designación de los doce apóstoles hubieron dos muy llamativos por el sobrenombre que Jesús les puso, Jacobo, hijo se Zebedeo, y Juan hermano de Jacobo (a quienes puso por nombre Boanerges, que significa, hijos del trueno); (Marcos 3:17).
Ellen White los describe así en su libro "El Deseado de Todas las gentes"
"Todos los discípulos tenían graves defectos cuando Jesús los llamó a su servicio. Aun Juan, quien vino a estar más íntimamente asociado con el manso y humilde Jesús, no era por naturaleza manso y sumiso. El y su hermano eran llamados “hijos del trueno.” Aun mientras andaba con Jesús, cualquier desprecio hecho a éste despertaba su indignación y espíritu combativo. En el discípulo amado, había mal genio, espíritu vengativo y de crítica. Era orgulloso y ambicionaba ocupar el primer puesto en el reino de Dios. Pero día tras día, en contraste con su propio espíritu violento, contempló la ternura y tolerancia de Jesús, y fué oyendo sus lecciones de humildad y paciencia. Abrió su corazón a la influencia divina y llegó a ser no solamente oidor sino hacedor de las obras del Salvador. Ocultó su personalidad en Cristo y aprendió a llevar el yugo y la carga de Cristo.
Jesus  reprendía a sus discípulos. Los amonestaba y precavía; pero Juan y sus hermanos no le abandonaron; prefirieron quedar con Jesús a pesar de las reprensiones. El Salvador no se apartó de ellos por causa de sus debilidades y errores. Ellos continuaron compartiendo hasta el fin sus pruebas y aprendiendo las lecciones de su vida. Contemplando a Cristo, llegó a transformarse su carácter." 
E.G.W. (El Deseado de todas las gentes, pág. 262)

jueves, 7 de febrero de 2013

NO HAY QUE DETENERSE


Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.  ( 2 Ped. 1: 1, 2.)
¡Qué gran tema es el de la contemplación de la justicia de Dios y nuestro Salvador Jesucristo! El contemplar a Cristo y su justicia no deja lugar para la justificación propia, para la glorificación del yo.  No hay lugar para las detenciones en este capítulo. Hay un continuo avance en cada etapa del conocimiento de Cristo. La vida eterna es mediante el conocimiento de Cristo. Jesús dice en su oración: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17: 3).  Hemos de gloriarnos en Dios... "Por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: el que se gloria, gloríese en el Señor" (1 Cor. 1: 30, 31) ....
Hemos sido llamados al conocimiento de Cristo y esto es el conocimiento de la gloria y la virtud.  Es un conocimiento de la perfección del carácter divino, manifestado a nosotros en Jesucristo, lo que hace posible que tengamos comunión con Dios. Por las grandes y preciosas promesas hemos de llegar a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia.
¡Qué posibilidades se presentan ante los jóvenes que se aferran de las divinas seguridades de la Palabra de Dios!  Apenas puede comprender la mente humana lo que es la anchura y profundidad y altura de las adquisiciones espirituales que se pueden alcanzar al llegar a ser participantes de la naturaleza divina. El ser humano que presta obediencia a Dios, que llega a ser participante de la naturaleza divina, halla placer en guardar los mandamientos de Dios, porque es uno con Dios; mantiene una relación tan vital con Dios, como el Hijo con el Padre (Youth's Instructor, 24-10- 1895).
Extraído de la matutina: "A fin de Conocerle" 2 de Junio.

domingo, 3 de febrero de 2013

Lejos esté de mí gloriarme



    Contemplando al Redentor crucificado, comprenderemos más plenamente la magnitud y el significado del sacrificio hecho por la Majestad del cielo. El plan de la salvación queda glorificado delante de nosotros, y el pensamiento del Calvario despierta emociones vivas y sagradas en nuestro corazón. Habrá alabanza a Dios y al Cordero en nuestro corazón y en nuestros labios; porque el orgullo y la adoración al yo no pueden florecer en el alma que mantiene frescas en su memoria las escenas del Calvario. Los pensamientos del que contempla el amor sin par del Salvador, se elevarán, su corazón se purificará, su carácter se transformará. Saldrá a ser una luz para el mundo, a reflejar en cierto grado ese misterioso amor. Cuanto más contemplemos la Cruz, más plenamente adoptaremos el lenguaje del apóstol cuando dijo: "Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo." Gálatas 6:14   (E.G.W. El Deseado de todas las gentes, pág. 616)

sábado, 26 de enero de 2013

MIRAD Y VIVID

"y el Señor le dijo:-Hazte una serpiente con ésas, y ponla en el asta de una bandera. Cuando alguien sea mordido por una serpiente, que mire hacia la serpiente del asta, y se salvará.
Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en el asta de una bandera, y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba a la serpiente de bronce y se salvaba." Números 21:8-9

 "Nadie será forzado a acudir a Jesús, pero la voz de la invitación resuena suplicando anhelosa: "Mirad, y vivid". Acudiendo a Cristo, veremos que su amor es sin paralelo, que ha tomado el lugar del culpable pecador y le ha imputado su justicia inmaculada. Cuando el pecador ve a su Salvador muriendo en la cruz, en su lugar, bajo la maldición del pecado, al contemplar su amor perdonador, el amor se despierta en su corazón. El pecador ama a Cristo porque Cristo primero lo ha amado a él, y el amor es el cumplimiento de la ley. El alma arrepentida comprende que Dios "es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". El Espíritu de Dios actúa en el alma del creyente, capacitándolo para seguir progresando en su obediencia, incrementando su fortaleza, avanzando de gracia en gracia en Jesucristo." (E.G.W. Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 439)